lunes, 7 de enero de 2008

La Alta Cocina y La Desnutrición.


Sigo viendo cara de sorpresa cada vez que hablo en público de la “DESNUTRICIÓN EN EL PRIMER MUNDO”.

Todos me preguntáis que a que me refiero. Siempre respondo lo mismo. La Desnutrición del primer mundo es la manera de comer que rompe nuestra salud.

Una persona obesa es una persona desnutrida. Una persona extremadamente delgada también. Una persona que atesora patologías degenerativas es una persona desnutrida.

Son organismos que a fuerza de no recibir nutrientes adecuados han enfermado.

Está claro que para solucionar los problemas del hambre en el mundo, debemos aprender a cuidar la salud de quien se supone que debe solucionar esos problemas: NOSOTROS MISMOS

¿Qué tiene que ver la alta cocina con todo esto?:

La alta cocina es simplemente la formula uno de la alimentación. No se trata de una cocina que vele por la salud. Más bien al contrario, es una cocina que infringe todas las normas dietéticas posibles.

Pero la cocina de los grandes cocineros, nos está haciendo entrar en una nueva dimensión de la alimentación en el primer mundo.

En pocos años estos conocimientos serán empleados para solucionar los problemas del hambre y la desnutrición en el planeta.

La alta cocina nos muestra una sola cara de lo que ha sido nuestra cultura.

Se trata de la cara festiva y lúdica. La manera de matar los miedos y temores propios de la vida sucumbiendo directamente en el enorme placer de comer y beber; dos placeres por los que nadie nos reprocha que paguemos.

Además se trata de una manera de alimentarse muy esporádica. Ya sea por el precio o por la escasez de establecimientos realmente emblemáticos y que no constituyen una mala imitación o un simple fraude.

Resumiendo lo anterior: no se puede vivir y conservar la salud comiendo de manera festiva o industrial.

Pero la otra cara de la moneda, quizás menos divertida y lúdica, pero más entrañable y fecunda, es la nutrición ancestral, sencilla y tradicional.

Gracias a estos grandes cocineros y la cocina industrial, estamos aplicando por primera vez alta tecnología a la alimentación.

Es ya habitual que las cocinas modernas, incluso de uso particular, cuenten con hornos de vapor, de convección, con abatidores de temperatura y envasadoras de vacío.

He tenido alumnos en prácticas en cocinas capaces de dar de comer en un solo servicio a 5.000 personas.

Hay un fino nexo de unión entre la degradación de un alimento y el respeto hacia el mismo.

La especulación afecta directamente a los alimentos y hace que la mejor oferta sea la que ofrece más bajo precio a la vez que mejor presencia sin que importe en absoluto la calidad nutricional ni la integridad natural del alimento.

Los procesos a los que se someten ya gran cantidad de alimentos son tantos y tan diversos, que la degradación de los nutrientes en muchos casos más que nula es nociva por inerte e indigesta.
La alta cocina, en cambio está defendiendo la materia prima de primera calidad y en las dos últimas décadas, cocineros famosos como Juan Mari Arzak y Carme Ruscalleda entre otros, dan gran importancia a lo que venimos defendiendo los cocineros tradicionales –y por tanto nada mediáticos- sobre el trato excelente de aquello que te da la vida a través de la salud.

El respeto en los procesos de producción y elaboración son determinantes para obtener unos resultados óptimos.

Otra faceta de la Alta Cocina es la formación indirecta. Los amantes de la buena mesa, acaban aprendiendo que Pedroñeras es tierra de Ajos, que en Hueva y Salamanca se hacen grandes jamones, que en Extremadura hay una comarca, la del Casar en la que se hace un queso apreciado mundialmente…

La excelencia de los alimentos que se hacen desde tiempos inmemorables es indiscutible por eso, porque siempre fue así. Son generaciones y tradiciones que han llegado hasta nosotros desde milenios a hoy.

Parece que la Alta Cocina ha descubierto lo que siempre estuvo ahí.

El fenómeno al que nos enfrentamos es la degradación

Y la solución es sin duda la protección. Debemos proteger las costumbres y potenciar las costumbres alimenticias propias a favor de nuestra salud apoyándonos en los productos propios y de la tierra.

Es algo que a lo una vez entendido, solo falta aplicar esa Alta Tecnología para alimentar primero a nuestros hijos de manera sana, y luego comunicarles que eso es posible en su toda su cuidad, localidad, región autonómica, país y el mundo entero.

Una sencilla fórmula:

Escuchar a la tierra, investigar las costumbres arraigadas a la zona aunque hayan desaparecido y aplicarlas mimando y respetando todo el proceso.
Evitar la superproducción y restringirla a la simple necesidad local, para dar ocasión a que cada localidad haga lo mismo.
Y claro. Emplear la tecnología de manera racional para que el esfuerzo sea razonable.

Por eso empieza educando a tu hijo para aprender tu y para que el tenga la capacidad de enseñar.

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